APRENDER de las ESCUELAS
La escuela N° 48 «Nicolás Avellaneda» está ubicada en el barrio de Villa Lanús, de las afueras de Posadas, capital misionera. Es una escuela primaria de jornada simple con más de 600 alumnos, que se agrupan en 28 secciones y dos turnos. Asisten a esta escuela alumnos de clase media baja y baja. Muchas de sus familias viven en casillas ubicadas en barrios cuyas poblaciones han sido relocalizadas.
En la escuela 48 trabajan unos 45 docentes. Son un equipo que ha compartido muchos años de trabajo: el promedio de antigüedad, aseguran algunas maestras, ronda los 20 años. La mayoría vive por la zona y comparte una amistad que supera la relación laboral. La directora y las vicedirectoras fueron maestras en la escuela, en la que trabajan hace más de 20 años. Una de ellas, incluso, es egresada de la escuela: ha pasado toda su vida entre los muros de la institución que la formó y que hoy le permite formar a otros.
Esta estabilidad, cuentan las mismas docentes, es una de las principales fortalezas de la escuela: “somos muy solidarias, muy unidas las maestras. La mayoría somos del barrio y eso ayuda. Hace como 20 años que estamos todas en el mismo lugar. Sale un proyecto y emprendemos, nos dedicamos, ponemos voluntad”. Y se traduce en el buen clima de trabajo que los motiva a diario: “Acá uno se siente cómodo, uno viene con ganas de trabajar. Las otras escuelas no son lo mismo, la gente de afuera nos dice eso; las suplentes no se quieren ir más. Trabajamos mucho la convivencia, el respeto profesional. En una época hasta viajábamos juntos, trabajamos mucho la camaradería”, cuenta una de ellas.
El equipo directivo reconoce ese trabajo de las docentes y su importancia para el trabajo de la escuela: “Acá el liderazgo lo tienen los docentes. No el directivo. Si los docentes no te responden, la escuela no es lo que es. Se comprometen de verdad”, explica la directora, dando cuenta de que en la escuela el liderazgo está distribuido. Pero sus miembros también son conscientes del rol de liderazgo que deben cumplir y de la responsabilidad que tienen por los aprendizajes de los niños. Se preocupan por observar las clases de sus docentes y por estar siempre disponibles para dar apoyo pedagógico y/o administrativo. Para ello, se dividen las tareas: la directora concentra las tareas de gestión, y las vicedirectoras son las encargadas de dar apoyo en la enseñanza. “El equipo directivo nunca nos deja solos. Siempre se están metiendo en una u otra aula”, cuenta una de las maestras.
A la hora de ejercer el liderazgo, se prioriza el análisis de sus propias estrategias antes que hacer hincapié en los problemas de los niños y sus familias. Una de ellas contaba sobre un desafío que se le presentó en una jornada pedagógica con docentes: “Nuestro planteo en la jornada fue: ‘No vamos a ver los problemas de los niños y sus familias. Vamos a ver qué estamos haciendo nosotros y cómo lo estamos haciendo. Les estamos pidiendo a los niños que fundamenten sus respuestas; tenemos que fundamentar lo que hacemos.’ Al principio costó porque se sintieron evaluados, pero después empezamos a construir juntos alrededor de ese objetivo que compartimos todos”.
A su vez, para llevar adelante su tarea, directora y vicedirectoras reciben un fuerte apoyo de la supervisión. Con ella y el resto de las escuelas de su zona tienen reuniones mensuales. “Siempre nos acerca nuevas propuestas y nos ayuda a pensarlas en el contexto de la escuela”, cuenta la directora. Es el caso del proyecto de enseñanza de la lectoescritura que la supervisora acercó a raíz de una investigación realizada en la Universidad Nacional de Misiones. También las horas de tutoría, que fueron creadas a raíz de conversaciones con la supervisión e implementadas con su acompañamiento.
En la escuela 48, la lectura es uno los principales ejes de trabajo, que cruza tanto la dimensión pedagógico-curricular como la socio-comunitaria. Decimos que la escuela 48 es una escuela lectora en lo que respecta al plano pedagógico-curricular porque la lectura y la escritura son contenidos prioritarios en todos sus grados.
Al igual que en otras escuelas resilientes, aquí el equipo docente es muy consciente de la importancia de asegurar aprendizajes básicos e instrumentales como la lectoescritura en los primeros años. “Sabemos que el secreto para que una escuela sea inclusiva, constructora, productora de aprendizajes significativos es la lectura. Yo veo el efecto que produce formar una población lectora. Tengo un compromiso con esto”, señala Beatriz, una de las vicedirectoras.
Es a partir de este convencimiento que la escuela decidió convertir a la enseñanza de la lectoescritura en una de sus fortalezas. En los primeros grados, donde la alfabetización es primordial entre los objetivos curriculares, trabajan con un proyecto de alfabetización intercultural, concebido por un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Misiones (UNAM) y acercado a la escuela por parte de la supervisión. “Hicieron un trabajo de campo y nosotros nos ofrecimos a ser sus ‘conejillos de indias’ porque confiamos en el proyecto. Gracias a este método, los chicos de primero leen”, cuenta la vicedirectora.
“En esta metodología sociocultural de alfabetización, el maestro tiene que desplegar una trama discursiva relacionada con la realidad del niño. Lo que el niño trae de su casa es valorado culturalmente y la escuela tiene que enriquecerlo, no descartarlo. A partir de la conversación oral con los niños —por ejemplo, sobre lo que hicieron en el fin de semana— surge un enunciado que sea del interés para el niño y que a la vez cumpla con los requisitos de la instancia de la alfabetización en la que se encuentran. Por ejemplo, “papá toma mate”. A partir de ahí, se trabaja la conciencia grafológica y fonológica”, explica. Cuentan, además, que buscan que cada aula sea un aula alfabetizadora: las paredes, llenas de palabras, plasman el trabajo alfabetizador que alumnos y maestros realizan a diario.
Pero la lectoescritura no es solo tema de los primeros grados. En la escuela 48, todos los grados participan del “Taller de niños lectores y productores de textos”, que funciona en la escuela desde hace 10 años. Trabajan en el armado de un libro con sus producciones, que presentan en la “Fiesta del libro”, celebrada una vez al año. Además, en el marco del programa Leer con Todos, tienen un itinerario de lecturas para cada grado.
Por ejemplo, en primer grado leen textos de distintos géneros sobre los animales. De hecho, no solo se busca cultivar el placer de la lectura en los alumnos sino también en sus familias. Desde hace algunos años, la escuela implementa un taller de madres lectoras: se reúnen periódicamente en la biblioteca para leer juntas. “No sabés lo que se logró con eso”, nos cuenta la directora, haciendo referencia a la mejora del vínculo de estas mamás con la escuela y también al progreso que lograron en su capacidad de ayudar a sus hijos en sus tareas y estimularlos a leer con frecuencia.
Las escuelas resilientes tienen claro que es importante construir alianzas sólidas con las familias. Saben qué es lo que esperan de ellas e implementan acciones para conseguirlo. La escuela 48 es consciente de ello y recurre a diversas iniciativas para construir y cultivar este vínculo. En primer lugar, dada la gran demanda de matrícula que recibe la escuela año a año, se organizan reuniones de bienvenida con las familias nuevas donde se los introduce a las características del proyecto educativo, para luego incluir a todo el resto de las familias y comentarles sobre el trabajo que se realizará en el año.
“Una de nuestras fortalezas es la comunicación que tenemos con los padres”, explica la directora. Sin dudas, este tipo de iniciativas colaboran a que así sea. También conocen el valor del encuentro con las familias y desarrollan eventos para promoverlo: la fiesta de la familia y la fiesta del libro, ya mencionada en el apartado anterior, son los más importantes. “Son encuentros multitudinarios. Vos das una actividad y ellos siempre están dispuestos a participar, tanto los chicos como las familias. Se entusiasman mucho con lo que propone la escuela, son responsables. Tenés que ver lo que es la fiesta del libro, toda la preparación que hay detrás”, explica una de las docentes.
“A partir del año pasado hacemos las jornadas Escuela, Familia y Comunidad, dispuestas por Nación. Pero no fue algo nuevo para nosotros porque teníamos un camino recorrido, no nos costó convocar a las familias”, cuenta la directora. A su vez, cabe volver a mencionar el taller de lectura para madres que organiza la escuela. Se trata de una propuesta de formación de familiares, una de las acciones educativas considerada por diversas investigaciones como una “actuación educativa de éxito” que contribuye a la mejora de la convivencia en la escuela y a la reducción del fracaso escolar.
Otro motivo de interacción con los padres es la resolución de conflictos. Ante casos de mala conducta, la escuela desarrolló un protocolo por el cual se convoca a los padres a conversar con la dirección. Los asuntos conversados y acuerdos alcanzados se registran en el “Cuaderno de actas de conflictos y compromisos” para darles entidad y asegurar su cumplimiento. “Es una estrategia que nos funciona mucho porque es una manera de prevenir antes de que las situaciones escalen”, explica la vicedirectora. “Tenemos que hacerles saber a las familias que desde la escuela nos preocupamos, que existe un control y que traer a los hijos a la escuela implica un compromiso”, agrega.
La escuela diseñó estrategias específicas para apoyar a los alumnos con más dificultades. Tienen una maestra de apoyo por la mañana y otra por la tarde que se dedican a ello. Además, crearon las horas de tutoría. Quienes están a cargo de esas horas tienen como función acompañar a las maestras en la enseñanza de los chicos con más dificultades tanto en términos de aprendizaje como de conducta. “La idea es sentarte con él y dedicarle el tiempo que el maestro no tiene”, explica la vicedirectora, que trabaja en uno de los turnos como tutora. Para trabajar cuestiones de convivencia, también se cita a los padres y, junto con la psicopedagoga, se resuelven los conflictos que esporádicamente se suscitan entre alumnos.
A su vez, la escuela desarrolla un trabajo específico en contra de la estigmatización de los alumnos con dificultades de conducta y/o aprendizaje. La vicedirectora explica: “Tratamos de sacar esa mirada del niño-problema. Trabajamos con los chicos que los problemas de uno son de todos. Todos tenemos que trabajar y aprender de esto. Tratamos de que no se produzca el etiquetado, que no se hable del ‘chico malo’ porque sabemos que es muy nocivo para el clima escolar y en especial para los chicos con dificultades”.
En 2008, la escuela obtuvo su certificado de “Bandera Verde” y así asumió un compromiso institucional con el cuidado de medio ambiente, que implica que sus alumnos serán representantes de esta idea en sus acciones en el marco de la escuela. Así, de la mano de sus maestros recorren el barrio colocando carteles para concientizar, reponen las especies naturales de su patio, levantan la basura, entre otras acciones.
El proyecto se articula con el currículum de manera transversal: todas las áreas incluyen una experiencia que favorezca el desarrollo de la sensibilidad hacia el medioambiente por parte de los alumnos. La manera en que el proyecto se convirtió en una marca de identidad para la escuela se ve reflejada en el hecho de que en el Proyecto Educativo Institucional, la escuela estableció que su objetivo es “la formación integral del niño en las áreas cognitiva, socioafectiva, emocional, motriz, en sus competencias y en la promoción de la defensa del medioambiente.”
El gran trabajo que hace todo el equipo de la escuela se ve reflejado en resultados medibles y también en otros que no lo son tanto. Varias madres entrevistadas, por ejemplo, coinciden con la afirmación de una de ellas: “Mis hijos están contentos, quieren venir a la escuela. Para mí eso es lo más importante”. Se trata de una escuela –lo confirman todos los actores entrevistados – muy valorada por la comunidad. En el momento de las inscripciones, los vecinos del barrio y otros de zonas más alejadas forman fila para inscribir a sus hijos en la escuela. Valoran, especialmente, su calidad educativa. “Los alumnos egresan con un nivel académico alto. La escuela secundaria 4, por ejemplo, exime a los alumnos de esta escuela de su examen de ingreso,” cuenta una de las maestras.
También los alumnos confirman la riqueza de la experiencia escolar que se les ofrece, a través de sus testimonios: “En esta escuela aprendí a ser mejor persona, aprendí muchas cosas nuevas”, sostiene uno de ellos. Otro, en la misma línea, escribe: “Lo que aprendí es que hay que respetar a los mayores, ayudar, compartir y no discriminar a los demás por el aspecto o por no tener lo que nosotros tenemos. He aprendido mucho a lo largo de mis años en la escuela y eso me va a ayudar cuando pase a la secundaria.”
La Escuela 48 es una institución comprometida con brindar aprendizajes de calidad a todos sus alumnos, y muy preocupada porque ninguno de ellos se quede atrás. Así, a diario, esta escuela construye justicia educativa en la periferia de la capital misionera.